miércoles, 1 de diciembre de 2010

Lo que la minera se llevó

MARCO ANTONIO MARTÍNEZ GARCÍA
CERRO SAN PEDRO, SAN LUIS POTOSÍ.- Aquí ni las moscas se paran. O igual ya están muertas como las lagartijas o algunas aves, luego de la llegada de la empresa NewGold, dueña de la Minera  San Xavier, asentada en este municipio. Así lo dice Tonantzin Mendoza, habitante de este sitio histórico, donde se encuentra lo que queda del cerro de San Pedro, emblema del estado.
Antes se podía ver una masa natural, desértica, imponente; ahora se ve un área rebanada, que comienza a ser amorfa, producto de la explotación de la minera.




Al fondo se observa cómo el cerro ha quedado rebanado, reducido a tierra suelta, a causa de la explotación de la Minera San Xavier, propiedad de la empresa canadiense NewGold



Mendoza, activista que busca preservar el valor histórico y cultural del pueblo de San Pedro, así como evitar los daños generados por las actividades de la mina, hace un recuento del deterioro acelerado en los últimos años.
San Pedro es considerado patrimonio histórico, arqueológico e industrial de México, según se lee en una vieja placa del Instituto Nacional de Antropología e Historia, a la entrada de la localidad.
Pero ese patrimonio está en riesgo. Además de la desaparición de los animales, dice que algunas construcciones de los siglos XVII y XVIII han desaparecido o han sido dañadas. El caso más emblemático es el de la iglesia, construida en el siglo XVII, agrietada por las detonaciones de la empresa.
Pero lo más grave son los daños en la salud de los cerca de 300 habitantes del pueblo. Su padre Armando Mendoza padece insuficiencia renal. Otros tienen cáncer e incluso cuenta el caso de una mujer que falleció y a quien se le descubrió un tumor de kilogramo y medio de peso.
Sin temor a los “orejas” de la empresa o del gobierno, ni intimidada por los dos atentados que su padre sufrió en 2007 y 2009, acude al mitin organizado por los activistas ambientales, miembros de  la organización Vía Campesina y el Frente Amplio Opositor a NewGold/MSX, del que ella forma parte. La concentración ocurre el domingo 28 de noviembre y forma parte de una caravana que se dirige a Cancún, Quintana Roo a la COP16.
Se trata de un grupo integrado tanto por mexicanos como por estadounidenses, canadienses y europeos que busca conocer la problemática ambiental de México de primera mano. Y así lo hacen.
Mendoza explica que el tajo proyectado originalmente por la empresa llegaba a las primeras construcciones del pueblo, y que incluso a su familia le llegó una oferta de compra de la propiedad, pero ellos se opusieron a ponerla en venta, de ahí el hostigamiento. Simplemente a ellos les gusta vivir ahí, gozar sus vistas panorámicas, caminar en sus viejas calles, ser parte de ese símbolo que paulatinamente se deteriora.
Pero eso le ha costado sufrir diversas molestias y estar expuesta a daños ambientales. De lunes a viernes, entre las 15:00 y 15:15 horas se escuchan estruendos. Son de siete a 11 explosiones para buscar oro. Según Mendoza, se extraen 0.05 gramos por tonelada explotada. A cambio, una nube enorme de polvo. La ropa se enmugra y el ligero olor a combustible que se respira en el pueblo aumenta.
Dice que el 21 de enero de 2007 las detonaciones fueron tan potentes que algunas rocas salieron volando y dañaron la red eléctrica del pueblo, varias casas se abrieron y algunas entradas quedaron obstaculizadas, pero la población quedó sin auxilio de Protección Civil o alguna otra autoridad tanto municipal como estatal.

El abandono de las autoridades no sólo ocurre en tareas de asistencia habitacional, sino que permite abusos traducidos en violencia.  Un caso es el de Armando Mendoza, padre de Tonantzin, quien ha sufrido dos atentados, uno en 2007 y otro en 2009, protagonizado por empleados de la minera, quienes pretendieron lincharlo por oponerse a vender su casa.
Mario Martínez, otro de los activistas abunda en los detalles del funcionamiento de NewGold. Lo hace mientras recibe a los integrantes de la caravana y los guía por las calles empedradas del pueblo hasta el pequeño pero aún bello centro, con su parque y su iglesia, desde donde se puede ver el cerro rebanado.
Mientras camina cuenta que el 11 de diciembre seis ecologistas fueron víctimas de violencia por parte de un comando de la empresa e incluso recibieron amenazas de muerte.
Pero nadie ha sido castigado por esa acción.
Refiere cómo a pesar de que en octubre de 2005 el Tribunal Federal Superior de Justicia Fiscal y Administrativa ordenó no explotar la mina, la empresa desobedeció, apoyada por autoridades estatales y federales.
El área que ocupa estaba protegida por decretos que impedían su explotación al aire libre. Pero eso no ha impedido devastar la zona donde antes había víboras de cascabel, alicantes –víboras de más de un metro-, tortugas del desierto y águilas reales. Ahora ya no se ven. Las biznagas, esa variedad de cactácea en peligro de extinción, ya no adornan el cerro. Apenas se ven algunos ejemplares domésticos.
En cambio, la extracción diaria de millones de litros de agua está acabando con los pozos y el agua mezclada con cianuro de sodio va a dar a los mantos freáticos.
Una persona que ya sufre daños por la contaminación es Marcos Rangel. Mientras atiende su tienda de souvenirs, muestra su brazo. Está lleno de manchas.
“Siento comezón. Me siento incómodo”. El doctor le ha dicho que es por respirar emisiones de gases de cianuro.


Marcos Rangel está orgulloso de ser de San Pedro, pero ve con alarma los signos de devastación de la minera San Xavier
 
Además del malestar físico, ve con tristeza como su pueblo, fundado en el siglo XVI, que fue comparado con las minas de Potosí de Bolivia por su riqueza, y cuya producción metalúrgica cual ayudó a formar la capital del estado, ahora atraviesa una crisis de la cual responsabiliza a la minera.
Para Rangel, el panorama es sombrío. Apenas quedan unas 20 familias, en su mayoría gente mayor como él, de 70 años.
El mismo escenario ve Tonantzin, quien ha dejado de lado su activismo, y describe lo complicado de llevarlo a cabo.
“Es una lucha de bolsillo para sacar copias, pero ahora por lo de mi papá se me complica”, lamenta.
Al concluir la visita, los activistas que viajaron de diversas partes, acompañados de pobladores de la comunidad de la Zapatilla, cercanos al Cerro de San Pedro y quienes también dicen que han sido afectados por la contaminación, van a la entrada de las instalaciones de la mina, a 10 minutos de las afueras del pueblo.
Ahí gritan "¡¡Fuera fuera la minera!!", repetidas veces frente a la reja de entrada. Dentro, un policía graba a los manifestantes y luego da la espalda, imperturbable.





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